Me acorde de ese día que estábamos apuradísimos para llegar antes del mediodía. Solo hasta ese horario se podía ingresar gratis. Era un viernes.
Estar de viaje nos tenía así. Exprimiendo cada momento. Atentos a todo lo que nos rodeaba. Con la batería enchufada todo el día.  
Cuando llegamos al lugar nos olvidamos del itinerario apretado que nos quedaba por delante. Allá era otoño y las hojas tenían un tinte amarillo muy particular. Todo el jardín botánico estaba rodeado de esos colores. 
Eran pasadas las 12 y pagamos la entrada igual. 
Fue un gran plan para romper el día.
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